Loren Goldner y Raúl García Durán
Este artículo es la segunda parte del publicado en el número anterior. Puede ser leído independientemente pero es como concreción, ejemplo, del anterior como adquiere su valor. En resumen, para el lector que conozca la primera parte: fuerza de la socialdemocracia viene desu adaptación, correspondencia, con el paso de la dominación formal del capital a la dominación real, a escala ya internacional, fracasando el movimiento comunista porque no es capaz de superar el ideal de “progreso”, de “modernización” propio de ese paso transformando lo que son las posibilidades revolucionarias de las formaciones sociales aún no dominadas de forma real en la búsqueda estatista del desarrollo de las fuerzas productivas que da lugar a esa dominación. De lo que se trata aquí es de concretar, ejemplificar, esta tesis con el caso español. Con todas las limitaciones de un artículo excesivamente breve. Tan sólo media docena de grandes puntos interpretativos, pues (1):
1. El punto de partida lo adelantábamos ya en el artículo anterior: el retraso del desarrollo capitalista en nuestros lares. Con claras repercusiones políticas: nuestro accidentado siglo XIX, el fracaso de las sucesivas revoluciones liberales y la suplantación de la democracia burguesa por el caciquismo. Tres consecuencias queremos resaltar de todo ello:
a) el mantenimiento del republicanismo como reivindicación, en otras partes ya superada. Figuras como Lerroux encuentran en ello su explicación;
b) la fuerza del anarquismo como expresión de la no integrada precapitalista, antigua y profunda tradición emancipatoria;
c) la no creación de un pensamiento teórico explícitamente anticapitalista: no aparecen en España figuras como, en la en otros aspectos parecida Italia, Labriola o Gramsci; el pensamiento teórico español más rico será el pesimismo del 98 y el deseo de “regeneración” que hará exclamar a Costa que España necesita un “cirujano de hierro”. Está pensando ya en coger el “tren del desarrollo”, aunque sea en el furgón de cola y nos tengamos para ello que sacrificar, someter al cirujano…
2. La gran ocasión para ello es la Primera Guerra Mundial. Los lazos de dependencia con Inglaterra y el capital financiero francés quedan rotos y nuestra incipiente industria va a poder vender a los países beligerantes. Aunque entonces nuestro movimiento obrero, junto con el ruso, muestra su particularidad:
–De hecho los primeros años del siglo son de auge revolucionario general, la socialdemocracia aún radical consolida su poder en Alemania y el anarquismo radicaliza al movimiento obrero francés (Carta de Amiens), italiano e incluso americano (anarcosindicalismodellVWV), sin olvidar (por periférica) la revolución mejicana. La guerra acaba, sin embargo, con este auge. La competencia imperialista exige la consolidación de la dominación real. Con el Estado “nacional” como instrumento que acaba arrastrando a las respectivas clases obreras a la defensa de los “intereses nacionales”, hacia la dominación real efectiva; consolidada precisamente cuando la Segunda Guerra repite el fenómeno (2). En nuestro estado, sin embargo, se mantiene la radicalidad. En parte porque el carácter no beligerante permite a la recién creada CNT (1911) ni tan siguiera plantearse el problema y seguir manteniendo la lucha revolucionaria en vez de la defensa nacional. Por ello el “cirujano de hierro” tendrá que ser dictatorial: Primo de Rivera.
–Con todo, el PSOE será explícitamente proaliado. Es la expresión de su opción, creciente, por la “modernización”, por la regeneración de la retrasada España. Un dato tan sólo: Largo Caballero será director del Instituto de Reformas Sociales, del intento de conocer y solucionar la “cuestión social” fruto de nuestro retraso. Primo de Rivera absorberá prácticamente al Instituto dentro del Ministerio de Trabajo.
–La dictadurade Primo de Rivera es así, posiblemente, el mejor botón de muestra de la particularidad del desarrollo español, de su forma concreta de incorporación a la dinámica global del capital. Por una parte pone en pie la estructura corporativa propia del fascismo (acompañada de una fuerte represión) iniciando la infraestructura económica necesaria para el desarrollo pendiente (“cirujano de hierro” con acento en el calificativo), pero al mismo tiempo atrae a la capa más intelectual del PSOE, a la conciencia de la necesidad de combatir el atraso por encima de toda veleidad revolucionaria (el actual PSOE no es desde luego un invento de Felipe o Guerra).
–No sin resistencias. De las juventudes del.PSOE, como reacción a este proceso, y de los pocos intelectuales marxistas revolucionarios (A. Nm) surgirá el PCE. Pero entonces el movimiento comunista internacional ha optado ya por la colaboración de clases, por el bloque antifascista, alejando así a este de su natural confluencia con el impulso revolucionario expresado en el anarquismo. Nin fundará el POUM y volverá a confluir con la CNT.
3. Poco vamos a decir sobre la Segunda República y la guerra civil, la literatura es ya su lo suficientemente abundante. La República es la repetición ampliada de las dificultades del capitalismo español de encontrar una expresión política adecuada, legitimadora. La fuerza y los planteamientos del movimiento obrero le niegan el necesario modelo democrático integrador y ello da alas ala derecha, a la “España negra”, al mantenimiento de las fuerzas del atraso. Frente a ello, la división: o ganar la guerra o hacer la revolución. Si sabernos leer, la alternativa entre el movimiento obrero “moderno” que se integra, vía Estado, en el proceso de dominación real yqueaquí enlaza con el regeneracionismo y el movimiento obrero revolucionario “antiguo”, que derrotado ya en Rusia(3) tiene aquí su última expresión en el capitalismo de centro (salvo el esporádico resurgir de la Resistencia). La radicalización del conflicto convierte a Largo Caballero en el “Lenin español”, pero sólo en la medida en que el leninismo es la expresión, aunque radical, del modelo estatista modernizador. El problema del PSOE, en la época, es que el terreno está abonado para los PC estalinistas: la sublevación militar impide toda posibilidad de reforma y la salida “leninista” tiende a caer, como en la URSS, en el estalinismo: sin los mecanismos de dominación real suficientemente desarrollados sólo mediante la represión puede frenarse a una clase obrera revolucionaria. De aquí el progresivo desplazamiento del PSOE por el PCE; aunque, a largo plazo, cuando los mecanismos de dominación real sean ya más fuertes, la ventaja será suya. Los PC representan sólo las dificultades de aquella, el terreno estaba abonado, pero también minado…
4. Se ha repetido que la guerra civil española fue el ensayo general de la Segunda Guerra Mundial. Sólo en parte. Aquí hubo un enfrentamiento revolucionario real, mientras que la guerra mundial no deja de ser un enfrentamiento interimperialista por la hegemonía en la nueva fase del capital. El carácter brutal del nazismo plantea la guerra como una lucha de liberación y sitúa al estalinismo en el otro bando, pero de hecho lo que se dirime es la alternativa entre las dos formas de dominación real del capital, la propia del capital con suficiente fuerza en sí mismo y la propia del recurso al estatismo (nazismo, fascismo, estalinismo). El resultado nos evitó la barbarie, pero la alternativa a ésta no fue el socialismo sino la dominación real, en su forma más suave, pero al mismo tiempo más “pura”. Es la “nueva frontera” que “Mr. Marshall” se encargará de extender a escala internacional.
De aquí la frustración de la esperanza española en que la victoria de los aliados iba a significar el fin de Franco. Este queda excluido del Plan Marshall, pero sólo en a medida que lo imponen las exigencias de legitimación política. El acercamiento americano será inmediato y pronto Franco entonará el Bienvenido Mr. Marshall de forma que, paradójicamente, será el mismo Franco el “cirujano de hierro”: su capacidad de adaptación en el poder y su primero destrucción y luego control represivo del movimiento obrero, elimina el auténtico freno a la “modernización” del capital español: no el conservadurismo, la “España negra” (Franco es su expresión) sino la resistencia revolucionaria (que es lo que lleva al recurso del capital al conservadurismo). Es con el mismo Franco cuando se sientan las bases objetivas de la “modernización” iniciada por Primo de Rivera: inicio de la integración en el capital internacional (1959), y desarrollo industrial–fin de la España agraria (boom de los 60). Después el cirujano ya no tendrá que ser de hierro, podrá acabar la operación el especialista en materia de integración, la socialdemocracia. Estaba realmente todo “atado y bien atado”. Menos la legitimación política, los últimos puntos de sutura, que es ¡atarea (junto a la adecuación a la nueva fase del capital, crisis de 1973) del PSOE. De aquí la primero sorpresiva, pero luego imitada (también el la URSS) transición sin ruptura, o de la “ruptura negociada” (Suárez, Gorbachov) a la “ruptura atemorizada” (tras el 23F y el 19A).(4)
5. Aunque la longevidad (personal y política) de Franco, útil para ganar el tiempo necesario para el salto adelante, es también causa de dificultades en la sutura final. El movimiento obrero ha tenido también tiempo de recuperarse, y el PCE pudo haber conectado con la antigua tradición revolucionaria pese a todo aún viva (¿aunque enterrada con Franco?, “con Franco luchábamos mejor”). Detengámonos un poco en el tema, porque es nuestro tema…
La guerra significa, desde luego, la derrota de las principales fuerzas obreras de la época PSOE y CNT, pero es una explicación demasiado fácil achacar su poca importancia en la oposición clandestina posterior a: a) esa derrota, b) los errores del exilio. Ambas cosas existen, pero deben cornprenderse dentro del proceso objetivo global, más allá de lo que sucede en el Estado español. Claramente, en cuanto a 1a crisis, temporal, de la socialdemocracia: la iniciativa la ha tomado la autorreforma del capital (new dean, con un auge espectacular, y el recurso a la socialdemocracia es más bien propio de los momentos de crisis. Además, en el Estado español se mantiene la represión y ésta hace difícil pensar en formas de colaboración de clases, de evolución pacífica, de gestión democrática. En cuanto al anarquismo, la propia dinámica del capital, el salto a la dominación real, mina su base. En los momentos de mayor conflictividad y libertad, tras la muerte de Franco, parece que la CNT va a resurgir de sus cenizas y recoger la crítica antiburocrática emanada de los 60, pero es un falso espejismo: el nuevo pensamiento “alternativo”, aunque ligado desde luego a la “contestación” global anarquista, es la expresión ya de la crítica a la nueva sociedad de dominación real, no la expresión anarquista del “antiguo” movimiento revolucionario. Stalin ha salido además reforzado de la Segunda Guerra Mundialyla misma guerra fría mantiene el mito de la URSS como patria y sede de la clase obrera internacional. A ello hay que añadir la innegable coherencia organizativa del estalinismo.
De aquí la ya casi total primacía del PCE en la oposición antifranquista. Aunque en continua lucha con corrientes más a la izquierda, con lo que queda del tradicional espíritu revolucionario: a) en 1962 surgen las Comisiones Obreras, como auténticps soviets de democracia directa; b) en determinadas zonas (Catalunya) la dirección del movimiento queda en manos de las radicalizadas organizaciones católicas (HOAC, JOC) e incluso de las Organizaciones Frente (FLP, FOC, ESBA) prologandoreflejando la crítica de la “nueva izquierda” al estalinismo; C) estalinismo difícil de mantener en un país donde el estatismo es aún prolongación de su variante fascista: el PCE (y principalmente el PSUC) se verá continuamente sacudido por tendencias y escisiones hacia la izquierda, crecientes a medida que el estalinismo pierde fuerza a nivel internacional (Krouschev, Primavera de Praga…).
Con todo, la suerte del movimiento obrero español, y con ello de la posterior transición se fragua, y no por casualidad, a finales de los 60, cuando el capital internacional culmina su ciclo de auge y ello lleva al salto a la “modernización”, a la dominación real, en el capitalismo español(5):
A. La “a la izquierda del PCE” (que decíamos entonces) es incapaz de plantear su propia alternativa:
1. Las Organizaciones Frente porque saltan hechas pedazos víctimas de su propia falta de coherencia interna: planteamientos explícitamente socialdemócratas, romanticismo guerrillero, troskismo… El pupurri se pudo mantener mientras se trataba realmente de un frente amplio, pero no cuando se intenta sustituir al PCE como “vanguardia”.
2. Las sucesivas escisiones del PCE porque, en general, quedan deslumbradas por el cisma chinosoviético y la que después se mostrará como falsa alternativa “maoísta”.
3. El sindicalismo de origen católico que enlaza (vía Comisiones ObrerasSoviets y restos consejistas del FOC) con la tradición revolucionaria anarquista, por las mismas razones de ésta, por la no profundización de las consecuencias que en la clase obrera tiene la dominación real.
B. En cuanto al PCE, su origen en plena política de frentes populares antifascistas y el mismo mantenimiento del franquismo le llevará a enlazar fácilmente, pese a todo, con el posterior “revisionismo”. Huyendo de toda veleidad revolucionaria, hasta los 70 mantendrá inalterable su política de “reconciliación nacional”, la necesidad de acuerdo con las capas “progresistas” de la burguesía para realizar la aún pendiente, según sus planteamientos “revolución burguesa”. En el fondo, desde luego, y también, la reivindicación regeneracionista, el situarse en la dinámica del capital, hacia 1a dominación real. Cuando ésta está ya en puertas, el PCE tiene que cambiar su planteamiento, hablando ahora de “bloque antimonopolista”, pero olvidando, y pagará caro su error, que la modernización del capital reclamada pasa precisamente por la consolidación y el control monopolista. Cuando el capital necesita acudir a formas integradoras acudirá a aquellas que aceptan explícitamente sus formas más avanzadas, a la socialdemocracia. El PSOE no contaba en la época, pero el PCE le prepara el camino al optar por la modernización del capital en vez de por su crítica, por el liderazgo delasfuerzas sociales que se le oponen. Lo curioso es que hoy en día, incluso tras la evidencia del fracaso, no se es capaz de abandonar el mismo planteamiento: Izquierda Unida, pudiendo romper su aislamiento hacia la izquierda (movimientos sociales contestatarios) no se atreve a hacerlo, a cambiar su forma parlamentaria de hacer política, acabando siempre por negociar con el PSOE. Porque no se trataba de una postura coyuntural y forzada (estalinismo, dependencia de la URSS) sino de algo más profundo, que es al mismo tiempo su tumba: la opción por el “progreso” de las fuerzas productivas, considerado como único, cuyos resultados dependen sólo de su uso, sin considerar sus consecuencias sociales propias, olvidando que este progreso tiene como uno de sus objetivos el minarla movilización del grupo social, el obrero industrial, en el cual los PCE, tenían su base. Su mito del progreso sitúa al comunismo en el terreno tecnoburocrático en el cual será siempre el último (si sigue existiendo). En la captación del “técnico” tendrá siempre ventaja el capital que le paga (salario=apropiación jerarquizada del excedente) y la socialdemocracia, la defensa a ultranza de la dinámica técnica del capital y su aceleración (mayor poder del técnico). Adorno: en el marco de una sociedad sin superación revolucionaria, el único progreso posible es el propio de la barbarie. Sea ésta moderna o posmoderna.
C. Quien más acierta en su análisis y en su actuación, aunque porque la dinámica objetiva va a su favor, es la “vanguardia” managerial. El débil capital español descansaba cómodamente en la estructura corporativa franq uista, pero su modernización comprende que hay que ir más allá. Fundamentalmente en el terreno sindical. Figuras como Durán Farrell y Ferrer Salat sorprenderán atiriosytroyanos reconociendo y apoyando a las aún ilegales Comisiones con gran alegría (ilusión temporal) del PCE que ve concretada su “fracción progresista de la burguesía” y reforzada su estrategia de imponer Comisiones a través de la ocupación de los cargo de la CNS. La dominación real del capital exige sindicatos específicamente obreros con los que poder negociar con garantías, y éstos sólo podían salir de Comisiones (de aquí su reconocimiento), pero al mismo tiempo sólo podían salir de la transformación de Comisionesen tan sólo un sindicato, de su debilitamiento como expresión del resurgido impulso revolucionario, como (en la terminología de izquierdas de la época) organización de clase” más allá de los sindicatos. El reconocimiento de Comisiones es de hecho un ataque contra lo que éstas habían significado, de nacimiento y como posibilidad. Pronto la vanguardia managerial, y con los mismos argumentos de dicho reconocimiento (la “libertad sindical”) minará lafuerza de Comisiones abriendo, y de par en par, las puertas a UGT. Se ha señalado ya el congreso de Comisiones en que decide adoptar las funciones y estructura propias de un sindicato como uno de los momentos cumbres de la transición(6).
6. Franco murió en la cama, pero no así su “sucesor”. La muerte de Carrero inicia la transición y la hace suave por la derecha. El “espíritu del 12 de Febrero” de Arias muestra cómo la suerte está ya echada. No es posible volver atrás. La dominación real del capital hace que la “España negra” no sea ya una alternativa posible, limitándose a imponer determinadas condiciones: caída de Suárez (su enterrador concreto) y 23F. La burguesía española, tan temerosa como siempre, no quiere riesgos inútiles y aceptará esas condiciones, encontrando además en ellas el equilibrio entre su “vanguardia de clase” y la comodidad de la situación anterior. Lo que ocurre en la CEOE es bien significativo: primero presidencia de Ferrer Salat como reflejo de la inevitabilidad del cambio, de la fuerza de la “vanguardia de clase”; pero luego equilibrio de ésta con las posturas más conservadoras, con la balanza inclinada hacia la derecha, presidencia de Cuevas. Garantizado el cambio, la burguesía intenta delimitar su postura. A nivel político AP sustituirá a UCD. Lo cual prepara, también, el terreno al PSOE que se encargará muy pronto de potenciar a aquella como fuerza principal de la oposición, aún ligada al franquismo, de forma que él queda como única fuerza del cambio, cambio al que de hecho, en lo concreto, poco había contribuido. Por el cambio, Para que España funciones: lo que no se le puede negar al PSOE es inteligencia en la elección de sus eslóganes, se reclama exactamente lo que la realidad está imponiendo, la adecuación a la dominación real, el fin de la tarea del “cirujano de hierro”, que no es otra cosa que la incorporación (sometimiento) ya definitiva de España al capital internacional, el MCE, la venta de empresas, la OTAN…
Las firmas de Suárez y Carrillo al pie de los Pactos de la Moncloa son todo un símbolo. Los Pactos son la culminación de la transición, su objetivo, la expresión explícita de la aceptación política de la dominación real, y una vez logrado el acuerdo sus artífices son la innecesarios, más bien expresión de los años de riesgo, de conflicto. El consenso era la puerta a un mismo modelo de sociedad, con nuevos mecanismos de conminación (negociación entre burocracias del pacto social), modelo una de cuyas bases es el plantear tan sólo dos alternativas, conservadora y socialdemócrata, sin molestias ni de “centro” ni de izquierda. No es realmente casualidad el hasta hoy paseo triunfal desde 1982 del PSOE. Hasta que la alternativa conservadora rompa totalmente con el pasado franquista. Entonces el futuro del PSOE dependerá de cuál sea la estructura social de acumulación con que el capital supere la crisis de 1973, del mantenimiento en ésta de la burguesía monopolista o de la aceleración del predominio tecnoburocrático…
Dejémoslo aquí. Continuar sería empezar otro tema. A reflexionar y discutir de momento sobre éste. Como decíamos en la primera parte, estamos necesitados de ello porque no es verdad que no haya ya un camino a la izquierda…
Notas
1. Sirva la presente bibliografía básica como compensación a la no posibilidad de profundización: Amsden, J., Collective Bargaining and Class Conflict in Spain, London 1972. Anderson, C.W., The Political Economy of Modern Spain: Policy-Making in an Authoritarian System, Madison 1970. Brendel, C. y Simon, H., De l’antifranquisme à l’aprés franquisme: illusions politiques et lutte de classes, París 1979. Giner-Yruela, El corporatismo en España, Barcelona 1988. Hermet, G., Los Comunistas en España, París 1972. Meaker, G., The Revolutionay Left in Spain, Stanford 1974.
Morato, El Partido Socialista Obrero Español, Madrid 1976. Nadal, J., El Fracaso de la Revolución Industrial en España, Barcelona, 1975. Roca, J., Política de rendes i neocorporativisme en la transició politica espanyola, Tesis doctoral, UAB 1990. Tortella Casares, G., Los orígenes del capitalismo en España, Madrid 1975. Velarde Fuertes, J., La política económica de la dictadura, Madrid 1973. Zaragoza, A. (ed), Pactos sociales, sindicatos y patronal en España, Madrid 1988.
2. No es casualidad que las principales figuras de la posterior culminación del proceso de dominación real (Roosevelt, Keynes, J. Monet, H. Schacht y W. Rathenay) trabajaran en las respectivas “Administraciones de Guerra” durante la Primera Guerra.
3. No podemos entrar en el análisis de lo que ocurre en la URSS. A repasarlos acontecimientos entre 1917 y 1921, cuando de verdad se decide el futuro de la revolución soviética (véase, entre otros, M. Brinton Los bolcheviques y el control obrero. Ruedo Ibérico 1972). El modelo de desarrollo adoptado (“capitalismo de Estado” como antesala del socialismo a partir del mero desarrollo de lasfuerzas productivas, las mismas) será la base del estalinismo.
4. Las fuerzas de la ruptura, haciendo ésta, pero sin el rompimiento, tras la amenaza militar, en España con el capitalismo financiero, en la URSS con la burocracia política convertida en nueva burguesía…
5. Conscientemente dejamos de ladotodo lo referente alas luchas de autoafirmación nacional cuya importancia, principalmente en el País Vasco, no vamos a descubrir. Es un elemento crucial, pero no podría llevarnos muy lejos, y aunque es básico para comprender el detalle de la luchado clases en el Estado español hoy, quizá pueda ser no tenido en cuenta (aunque tampoco olvidado) la generalidad en la que nos movemos.
6. Véase Raúl García-Durán, Pragmatismo, ¿para quién?, en M. Etxezarreta (ed), La reestructuración del captialismo en España, FUHEM Icaria 1991. Que este texto compense el tratamiento, aquí forzosamente superficial, resumido, de un fenómeno tan complejo como la transición.